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Vender paliacates y sombreros es su vida

  • O. C. Ejes Informativos.
  • 4 oct 2016
  • 3 Min. de lectura

La historia de Raúl Cetina Díaz, de 75 años de vida, es un ejemplo de perseverancia y valentía, puesto a que a pesar de que solo vende paliacates, baleros y sombreros en el parque de Santiago, ha buscado la manera de salir adelante y mantenerse en pie.

En una extensa plática con “Don Raúl”, se averiguó que por consejo de una amiga decidió irse a vivir al albergue que se ubica frente al parque; sin embargo, nunca pensó enfrentarse a un ambiente tóxico, y donde la desesperanza imperaría.

“No me quejo de los servicios, pues por dos mil pesos mensuales tengo un cuarto con baño y dos comidas. Lo que no comprendo son a las personas sumergidas en su dolor y victimizándose por lo que les tocó vivir”, comentó.

“Hay ocasiones en las que no vendo nada y cuando me va bien puedo ganar hasta $200”, prosiguió.

Cetina Díaz comentó que sí su vida se midiera, no sería por años ni éxitos, sería a través de tragedias, vicisitudes y alegrías. “Mi meta en la vida es amar a Dios, seguir sus mandamientos y darle las gracias todos los días de mi vida, que es lo que hago desde que Dios amanece”.

Sobre las tragedias que marcaron la vida del septuagenario están que a los 4 años de edad, su papá lo raptó para llevarlo con su abuela, quien lo crío en un ambiente hostil, con carencias y reproches.

La segunda tragedia ocurrió cuando tenía los 19 años, cuando su padrastro le informó que su mamá tenía cáncer en la matriz por lo que era necesario pagar el tratamiento, pero él debía correr con los gastos.

“Vendí la casa que tenía, recurrimos a todo tipo de tratamientos para que mi mamá se curará”, abunda el entrevistado, quien aclara que pese al rapto que sufrió nunca dejó de ver a su progenitora, aunque le permitieron regresar a vivir con ella y le prohibieron decirle de los malos tratos que recibía.

“En 1966 mi mamá murió. Antes de partir de este mundo me dijo que quería vivir más tiempo. Para mí no ha fallecido, siempre la tengo presente”, comenta un poco triste Cetina Díaz.

Sin embargo, el evento que lo hundiría y por el cual intentó suicidarse fue cuando su mujer, quien por respeto a sus hijos no proporcionó los nombres, le fue infiel. Ç

Hace 26 años, “perdí el fruto de un esfuerzo de 40 años de matrimonio. No es fácil superarlo”, dijo.

Un año después se le presentó la diabetes. “Creí que mi vida se había terminado. Luego entendí que era una enfermedad crónica en la que se requería cuidar mi salud, por eso es que me veo de menos edad”.

Al no tener nada ni el apoyo de sus hijos, Cetina Díaz intento buscar trabajo, algo complicado para una persona de 50 años, quien pese a su juventud de laboró en un hotel de Estados Unidos, recorrió el mundo por otros empleos y levantó una tienda, esto le fue tan fácil.

Llevó su currículum a las oficinas del equipo Leones, con la esperanza de que sería llamado para ocupar la vacante. Sin embargo, el pesimismo lo ganó y cuando pasaba por unos rieles del ferrocarril pensó en arrojarse... “El tren venía, pensé que era el momento de acabar con mi vida y tirarme, pero sentí que Dios me habló para decirme que mi momento no era ahora”.

Al día siguiente, en un anuncio del periódico leyó que se solicitaba un traductor que le permitió recuperarse y conocer a una mujer, que le brindó su amistad y le dijo que confiar en Dios era la solución.

Si bien una herida en el pie izquierdo lo dejó postrado temporalmente a una silla de ruedas, confía que pronto se recuperará y saldrá adelante. Mientras tanto, disfruta de vender sus artículos en el parque de Santiago.


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