El arriesgado estilo de Trump para la economía de EEUU
- BBC Mundo
- 9 dic 2016
- 4 Min. de lectura

En muchos países, gozar de la simpatía del presidente es una necesidad indispensable para hacer negocios. Algunos se preguntan si Estados Unidos está empezando a recorrer ese camino. Cuando la gente lo criticaba por su informalidad durante la reciente campaña electoral, el entonces candidato republicano Donald Trump prometía que muy pronto empezaría a actuar "con talante presidencial". Pero 31 días después de su elección y cuando ya se acerca su toma de posesión, el presidente electo insiste en una informalidad sin precedentes en muchos asuntos de Estado. Y sigue concentrando en su persona decisiones y procesos que normalmente asumen enormes entidades gubernamentales. Para la muestra, las discusiones personales que trenzó en la última semana con dos importantes empresas estadounidenses, sobre temas complejos de política económica. A la fabricante de aires acondicionados Carrier le exigía mantener en Estados Unidos una fábrica que quería mudar a México. Mientras que a la firma aeronáutica Boeing le echó en cara un contrato para reemplazar al avión presidencial, tuiteando que los precios estaban "fuera de control". Ningún otro "No recuerdo ningún otro presidente en la historia reciente de Estados Unidos que haya entrado en una disputa pública con una empresa específica por cuenta de una política particular con la que no esté de acuerdo", le dice a BBC Mundo Michael Useem, profesor de la escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania. Trump aparece para resolver conflictos del Estado con empresas, presentando su solución no como un logro del gobierno, sino como un triunfo de su habilidad personal de negociación. A los seguidores de Trump todo esto les parece un refrescante rompimiento con la tradición. "Estados Unidos ha sido efectivamente ingobernable por los últimos seis años", recuerda Katty Kay, comentarista de la BBC en Washington. "Tal vez funcione un método nuevo. Tal vez la llegada al poder de personas sin experiencia, libre de las amarras del protocolo, la historia y las estructuras existentes, le permita tener más libertad para romper las trabas burocráticas", indica nuestra corresponsal. Pero muchos guardan dudas acerca de si el nuevo presidente emplea el estilo correcto en sus labores al frente de la economía nacional. Una política empresa por empresa Un comentario editorial en la página de opinión diarioThe New York Times criticaba este jueves "la política industrial, empresa por empresa, de Donald Trump". El mandatario electo, quien durante la campaña mostró poco interés por los detalles y las áridas minucias de las políticas públicas, disfruta en cambio de intervenciones personales en las disputas en las que escoge involucrarse. En vez de prometer una revisión a los procedimientos generales para las licitaciones del gobierno, Trump lanzó esta semana una campaña en Twitter contra los planes del Ejecutivo y la firma Boeing para renovar el avión presidencial estadounidense, diciendo que tendría un costo de US$4.000 millones. La Casa Blanca ha dicho que esa cifra podría ser inexacta. Apenas días antes, intercedió personalmente para prometer a los directivos de la firma Carrier millonarios subsidios estatales a cambio de que no cerrara del todo una planta de fabricación de aires acondicionados en el estado de Indiana. SegúnThe New York Times, se salvaron unos 1.000 empleos, a un costo de cerca de US$7 millones en incentivos tributarios concedidos a la empresa. Microadministrando Expertos aseguran que una estrategia semejante puede ofrecerle réditos políticos al que la aplica. Es similar a la de muchos mandatarios descritos en otras latitudes como populistas, cuya estrategia política es convencer al electorado que ellos concentran en su persona el poder y la capacidad del Estado de ofrecerle soluciones a la gente. Pero la política del presidente de presentarse como un salvador personal de ciertas empresas o empleos es también, aseguran los comentaristas, una estrategia ineficiente para solucionar los problemas de la mayoría de las personas. Salvar 1.000 empleos en la firma Carrier, por ejemplo, no hace mucha diferencia en el conjunto de los 160 millones de trabajadores que hay en Estados Unidos. Y si el tiempo del presidente se ocupa solucionando ante las cámaras unos cuantos conflictos puntuales con un puñado de empresas, ese tiempo se pierde para la búsqueda de soluciones más generales, que apliquen al resto de la sociedad. "Trump sin duda está microadministrando. En la cumbre de las grandes multinacionales, el gerente es el que fija la estrategia y ofrece dirección para toda la corporación. No es el que está administrando una tienda de la empresa en un barrio", le dice Michael Useem a BBC Mundo. "Las intervenciones presidenciales en casos como el de Carrier o Boeing son microintervenciones que impiden el funcionamiento de una economía libre", advierte. "Ahora los gerentes tienen que pensar, no en decisiones de eficiencia empresarial, sino en el riesgo de ser criticados personalmente por el presidente. Las decisiones económicas se vuelven politizadas y terminas con productos que no son óptimos", agrega. Transparencia Más preocupante aún, los críticos de Trump advierten del riesgo a la transparencia en la administración pública de tener un mandatario que escoge las instancias en las que aplica el formidable poder de la presidencia estadounidense para resolver disputas entre el Estado y empresas particulares, como advierte el experto de la Universidad de Pensilvania. Si los empresarios saben que sus disputas se resolverán en una audiencia con el mandatario o, incluso, en la cuenta de Twitter @realDonaldTrump, en vez de mediante el procedimiento de una agencia gubernamental, se vuelve cada vez más valioso tener acceso personal al presidente. Un terreno movedizo en donde podría florecer el tráfico de influencias y otras costumbres nocivas, precisamente las que Trump prometía erradicar cuando anunciaba en su campaña que iba a "drenar el pantano" de la política en Washington. Trump, por supuesto, está lejos de ser el primer o el único mandatario que en algunas ocasiones haya buscado usar su carisma o popularidad personal para reemplazar el trabajo de las burocracias estatales. En mayor o menor medida, lo han hecho todos los ocupantes de la Casa Blanca. Pero en la historia contemporánea estadounidense no hay ningún presidente que haya llegado con tan poca experiencia del sector público como Trump. Y el estilo impetuoso del presidente electo, su insistencia en descalificar a muchas de las entidades tradicionales del gobierno estadounidense y su propensión a presentar las tareas de Estado como un espectáculo centrado en su persona, son todos factores que crean una combinación inusual para un mandatario de este país. Un escenario extraño en donde la cuenta presidencial de Twitter se convierte en un indicador económico clave. Y donde caer en desgracia con el presidente puede ser un error empresarial grave.
Comments